Blogia
EVANGELIO DEL DIA : Vilma Isabel Melgarejo A.

JESÚS NOS ESPERA CON SU BENIGNIDAD

San Alfonso María de Ligorio.

*Jesús nos espera con suma benignidad*
Grande fue el amor que Jesucristo manifestó a la Samaritana cuando, sentado junto al pozo de Sicar, estuvo esperando a que viniese para convertirla y salvarla.

Pero, mayor aún es el amor que manifiesta a los hombres bajando del cielo todos los días sobre nuestros altares, esperando y convidando a las almas a que le hagan compañía, al menos por algún espacio de tiempo, a fin de atraerlas a su perfecto amor.

En todos los altares en que está Jesús Sacramentado parece que habla y que está diciendo: “Hombres, ¿Por qué huyen de mi presencia?, ¿por qué no vienen y se allegan a mí, que tanto los amo y que por su amor estoy aquí tan humillado? ¿cuál es su temor? yo no vengo ahora al mundo para juzgarlo, sino que estoy como escondido en este Sacramento de amor para comunicarles muchos bienes y salvar a todos los que Mí recurran”. 

Entendamos, pues, que, así como Jesucristo está vivo en el cielo rogando siempre por nosotros, así está también en el Santísimo Sacramento del altar, continuamente de día y de noche, haciendo este piadoso oficio de abogado nuestro, ofreciéndose al Padre como víctima, para alcanzarnos innumerables gracias y misericordias. 
Acerquémonos a hablar a Jesús Sacramentado con confianza y sin ningún miedo, así como hablan los amigos. 

Pues, Señor si tanta es tu bondad, permíteme que te abra mi corazón con toda confianza y te diga: ¡Oh Jesús!, Enamorado de las almas, conozco bien la ingratitud con que te tratan los hombres. Tú los amas y no eres amado, les haces el bien y recibes desprecios, les quieres hacer oir tus amorosas voces y ellos no te quieren escuchar, les ofreces tus gracias y ellos rehúsan admitirlas. 

Jesús, yo también fui del número de estos ingratos, pero quiero enmendarme y recompensar en los días que me restan de vida los disgustos que te he dado, haciendo de aquí en adelante, cuanto pueda para agradarte.  Di, señor, lo que quieres que haga y todo lo ejecutaré sin reserva; házmelo saber por medio de la santa obediencia, que no tardaré en cumplirla. 

Dios mío, propongo con toda determinación no dejar de hacer cosa alguna que sea de tu agrado, aunque por esto pierda todo cuanto amo en este mundo: familiares, amigos, estimación, salud, hasta la misma vida. ¡Feliz pérdida cuando todo se pierde y sacrifica por contentar a tu adorable Corazón, Dios de mi alma!

Te amo, Bien infinito. Deseo unir mi corazón a todos los corazones con que te aman los Serafines; lo uno al dulce Corazón de María y al Corazón misericordioso de Jesús. Te amo con todas mis fuerzas y solo a Ti quiero amarte siempre.

0 comentarios